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Para unos se trata de un instante de enajenación mental, para otros un acto supremo de libertad, siendo en todo momento consciente el suicida de la acción que está realizando, aquella en la que si bien elige el vehículo que le facilita el transporte, desconoce el destino de la carretera por la que inicia la circulación. La actriz británica Lucy Gordon ha sido la última en abonar el ticket de peaje, ahorcándose el 20 de mayo en apartamento de París, dos días antes de cumplir los veintinueve años.

No sabemos qué pasaría por la cabeza de la actriz para llegar a tan drástica situación, aunque en una época de hipervalorada tolerancia como esta, deberíamos contemplarlo siempre como una opción, no vaya a ser que alguien se pueda molestar. Según se comenta en su entorno cercano, la protagonista que dio vida a Jane Birkin en Serge Gainsbourg y que hacía de periodista en Spiderman 3, “estaba profundamente afectada por el reciente suicidio de otro amigo en Gran Bretaña”. Antiguamente, tal acción le llevaría a ser privada de sepultura eclesiástica, y si la cosa estuviese dudosa, no teniendo claro si estaba o no en sus cabales, se le daba sepultura, pero sin apenas bombo, para aterrorizar un poco a los simpatizantes de tan controvertido acto. Incluso para el derecho civil, el que intentase quitarse la vida era declarado infame.

La historia está llena de suicidas que eligieron abandonar este valle de lágrimas por el que carecía de sentido hollar sus tierras y proyectarse así a un universo que no le preguntara ni el cómo ni el por qué de sus fracasos. Alguien dijo una vez que uno no podía suicidarse mientras tuviese madre, algo comprensible, aunque muchos personajes famosos que recurrieron a este vía rápida de escape seguramente no pensaron en ello mientras daban rienda suelta a su voluntad. También hay que tener en cuenta que un buen número de ellos no tenían intención en ese momento de reunirse con el Hacedor, aunque sabían que por el estilo excesivo de vida que llevaban, una mala tarde la tiene cualquiera, y el día menos pensado doblaban la cuchara, tratándose entonces de una especie de suicidio por omisión.

En este grupo incluiríamos a Marylin Monroe, que aunque su muerte siempre estará rodeada de las dudas de si fue suicidio o asesinato, su afición por las pastillas y el alcohol, y su carácter depresivo, sin duda le llevaron a cruzar la línea; Jim Morrison, Jimi Hendrix o Elvis Presley, politoxicómanos que sabían que un mal viaje los llevaría más tarde o más temprano a cantarle sus coplillas a San Pedro; Janis Joplin, heroinómana a la que falló su teoría sobre que algo que le hacía sentir a uno tan bien no podía ser malo; Antonio Flores, quien su adicción a las drogas, el carácter depresivo y sobre todo el dolor en el alma por la reciente pérdida de su madre, Lola Flores, catorce días antes, aceleraron la reunión familiar bastante tiempo antes de lo previsto; Enrique Urquijo, lo mismo, adicción y depresión, quizá el cóctel estándar para que se le vaya a uno la mano, como es muy posible que le ocurriese a Heath Ledger –su familia dijo que fue sobredosis accidental- tras ingerir demasiadas pastillas para dormir, quizá intentando contrarrestar así las pesadillas que le producían la ruptura con la madre de su hija durante su estado de vigilia; River Phoenix, quizá un caso de libro en este apartado pues su muerte en las puertas de la discoteca The Viper Room, de su amiguete Johnny Depp, se produjo gracias una mezcla explosiva de varios tipos de drogas que le hicieron reventar.

En cuanto al suicidio puro de oliva, conscientes de sus actos y hartos de no encontrar nada que los aferrase a este mundo, podemos hablar de los del escritor Ernest Hemingway, que se pegó un tiro, aunque algunos dicen que fue un accidente al no dejar ninguna nota, pero que su carácter depresivo inducen a ello, así como parece ser que su espíritu suicida se lo transmitió en sus genes a su nieta, Margaux Hemingway, hermosa modelo drogadicta, alcohólica y con problemas alimenticios, que se reunió con su abuelo el mismo día de la defunción de este, solo que treinta y cinco años después; Kurt Cobain, otro depresivo que escogió la suerte de las armas de fuego para decir hasta aquí hemos llegado, al igual que también hizo Van Gogh, salvo que este tardó dos días en morir, el ex ciclista Luis Ocaña por motivos económicos y padecer la Hepatitis C, el actor Pedro Armendáriz que tenía cáncer, o el gran Mariano José de Larra, que se descerrajó un tiro por amor, como buen romántico, y que por cierto, la iglesia, presionada por la corriente liberal de la época, por primera vez enterró en sagrado a un suicida; por sobredosis voluntarias de diversos tipos de sustancias tenemos a Sid Vicious por heroína, encontrando su madre una nota en la que se expresaba la voluntad del componente de los Sex Pistols de ser enterrado junto a la novia cuya muerte le echaron en cara, Erika Ortiz, a base de pastillas y cartas de despedida, Charles Boyer, sobredosis de Secondal por no soportar la muerte por cáncer dos días antes y con un hijo suicidado trece años antes, Anna Nicole Smith, ahogada en su propio vómito tras ingerir pastillas al no soportar la muerte de su hijo unos meses antes; por último, suicidios tan peculiares como el de el escritor Emilio Salgari, que además de su desequilibrio psíquico su sangre llevaba el estigma del suicida en su propia persona, en la de su padre y la de sus hijos Omar y Romero, y se retiró de los espaguetis abriéndose las entrañas según el rito japonés de Hara-kiri, Virginia Woolf, aquejada de trastorno bipolar, que saltó al río Ouse, en Rodemell, con los bolsillos llenos de piedras, no vaya a ser que flotase, o el líder de INX, Michael Hutchence, depresivo y adicto al alcohol y los barbitúricos, inspirando quizá a Lucy Gordon en su tipo de muerte al ahorcarse con un cinturón de cuero en una habitación del hotel Carlton Rizt de Sydney, aunque una leyenda urbana dice que fue un accidente fortuito al írsele la mano con la curiosa técnica de la masturbación por asfixia.

Es curioso pero, la mayoría de los suicidas del artículo, en vida tuvieron todo aquello con lo que el resto de los mortales suelen soñar alguna vez, como es el dinero y la fama, y sin embargo su propia trayectoria les terminó llevando por unos derroteros en los que quizá jamás habrían pensado cuando era unos simples don nadie. O quizá sí, y el carácter suicida es una especie de virus que se lleva inoculado en la sangre desde el nacimiento, como un cruel legado de nuestros ancestros, que tan sólo espera la situación propicia para poder desarrollarse. Entonces ni siquiera serían verdaderamente libres para poder suicidarse, qué triste.