Faltaban sólo quince minutos para que dieran las ocho de la tarde. La tensión del momento se reflejaba fielmente en los rostros de los lugareños. Las mujeres andaban refugiadas en la iglesia con don Marcelino, el cura, quien entre rezo y rezo de sus feligresas aprovechaba para entrar en la sacristía y echarse al coleto […]

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