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Siempre pensé que las ideas absurdas e infantiles, propias de una época propensa a la imaginación y los sueños imposibles, se quedaban fosilizadas en el tintero de la fantasía, durmiendo desde entonces el sueño de los justos en el añejo secreter del pasado. Pero parece que no todos lo ven igual, y allí, en el lejano país del Tío Sam, guionistas y directores sin complejos deleitan a la afición con bizarrísimos enfrentamientos imposibles que no se le ocurrirían ni a un infante puesto hasta arriba de petazetas.

Quizá debido al exceso de iconografía terrorífica que puebla su cine, nuestros amigos yankis, de vez en cuando, prefieren enfrentar en un épico mano a mano a varios de sus monstruos, seguramente con la idea de saciar un poco la sed de triunfo de los fanáticos seguidores de cada uno de ellos, logrando normalmente, además de darle vidilla al siempre patético film, hacer rebosar generosamente las arcas de las productoras implicadas.

Ahí tenemos el ya clásico del género Freddy contra Jason. Si, señor. El malvado Freddy, que se deslizaba como una culebra por los sueños de los jovenzuelos del pueblo –todo el día sobando, los cabrones-, para darles luego matarile con su enguantada mano cuchillera, ideal para hacer demostraciones en Teletienda, no tiene otra cosa que invitar a las fiestas de su pueblo a otro pájaro que tampoco es de los de llevar el domingo a casa a tomar el Vermut. Ni más ni menos que Jason Vooerhees, tipo peculiar, buena gente pero con sus cosillas, como la de llevar siempre puesta una máscara de hockey o cargarse a la peña a cuchilladas, fíjate tu. El caso es que el bueno de Freddy lía a Jason para que de un repaso a la chiquillería del poblacho y así le echen la culpa a él y de este modo el miedo de los mocitos haga que pueda volver a colarse por sus hasta el momento húmedos sueños. Sin embargo, el amigo Jason le sale rana y lo que al principio parecía un par de muertes se convierte en una matanza de tomo y lomo, algo que no esperaba Krueger, que ve como se va quedando sin clientes en apenas unos días. Desde ese momento, su amistad torna en odio, tipo Ana Obregón y su secretaria, y se pasan la peli dándose leña mutuamente.

Otra joyita del estilo es el prescindible film Alien versus Depredador. Esta si que es mala. Aquel monstruo que se enfrentó contra el futuro gobernador de California –igual si lo sabe no se pone tan gallito- en una perdida selva sudamericana, ahora resulta que tiene más amiguetes, los cuales se encuentran bajo la fría Antártida, dentro de una pirámide que es un mix de egipcia, azteca y camboyana, casi ná, y donde tienen retenida a una Alien Queen, que pone huevos con intervalos de cien años, por lo que se ve que la mujer se toma su tiempo y la baja maternal apenas le cunde. El caso es que el equipo que el multimillonario Charles Bishop ha organizado para ir de excursión y descubrir lo que se cuece por allí, se ve envuelto en una guerra entre los jóvenes depredadores, que tienen que hacer una especie de examen de selectividad cargándose a las crias de aliens, y éstas, que venden caro su asqueroso pellejo alevin. Y en medio, los humanos, acojonados y diciendo todo el rato, virgencita que me quede como estoy.

Por último, la más moderna de todas, Van Helsing. El culmen. Aquí el antiguo y agonías perseguidor de Drácula torna en mercenario guaperas, al servicio de a antigua sociedad secreta que es la que adelanta sus provisiones de fondos y paga su elevada minuta, por lo que lo de hacer tan desagradable trabajo sin ánimo de lucro se fue a tomar por el ano. Encima se dedica a perseguir y finiquitar a una especie de dream team maloso formado por Drácula, El Hombre Lobo y Frankenstein, que tras concederle un leonino préstamo de tres mil euros al 26% en una financiera telefónica de Transilvania, se han constituido en sociedad limitada y ahora patrullan al alimón por los Cárpatos y demás comarcas adyacentes. Lo que no se le ocurra a los americanos…

En fin, ardo en deseos de que esta moda de enfrentamientos heroicos llegue hasta nuestras costas y podamos ver en el cine épicos enfrentamientos entre El Jabato contra El Capitán Trueno, Paul Naschy versus Jacinto Molina, Superlópez contra El Erótico Enmascarado o incluso Roque III mano a mano frente a Bill Golden Pistols, mítico vaquero interpretado por Fernando Esteso y cuya banda sonora no tiene desperdicio, pinchen, pinchen y verán.

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