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En los juzgados es conocido como Darth Vader. Formado desde niño bajo la tutela especial de los grandes maestros del derecho, pronto se dejó seducir por el lado oscuro. Para algunos, claro. Sin dar explicaciones, cambió honorarios equitativos y asistencia altruista a gente sin recursos por la defensa de mafiosos y narcotraficantes, vaciando su alma mientras llenaba los bolsillos con potentes minutas. De invocar a Díez-Picazo y citar a Cobo del Rosal pasó a jurar por Rodríguez Menéndez y brindar por los Charlines. Ahora es un afamado gourmet mediático que basa su cocina en los expedientes más turbios. No conoce la crisis. Y sólo a veces, durante sus noches solitarias, añora por un instante al abogado que un día fue, soñando incluso con un recurso de apelación contra la sentencia de esa vida vacía que el mismo dictaminó. Pero es sólo un sueño.

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